Adán

I. En el antiguo Testamento

El primer hombre, creado (Gn. 1.27) por Dios a su imagen en el día sexto, formándolo (como forma el alfarero, Gn. 2.7) del polvo de la tierra, y soplando en su nariz aliento de vida. El resultado de esto fue que "el hombre" se convirtió en ser viviente. Se conocen mitos sumerios y babilónicos sobre la creación del hombre, pero comparados con la historia bíblica de la creación resultan burdos; además son politeístas.



a. Etimología

El nombre Adán, además de ser nombre propio, tiene la connotación de "género humano", sentido con el cual se lo emplea en el AT alrededor de 500 veces, de modo que cuando aparece con el artículo definido debe traducirse como nombre sustantivo y no como el nombre. La palabra también existe en ugarítico y tiene el sentido de "género humano". En el relato de la creación en Gn. 1 y 2 se usa el artículo con en todos los casos excepto tres: 1.26, en el que evidentemente se refiere al "hombre" en general; 2.5, en el que "un hombre" (o "ningún hombre") es claramente el sentido más natural; y 2.20, el primero uso admisible del nombre propio según el texto. Se ha proyectado este uso sobre el versículo anterior (2.19) a pesar del artículo, mientras que otros versículos, al observar que en este caso, y en realidad en todos aquellos (3.17, 21) que no tienen el artículo hasta Gn. 4.25, el nombre que lleva antepuesta la preposición que podría entenderse en el sentido de incluir el artículo sin alteración del texto consonántico, prefieren suponer que los masoretas han puntuado incorrectamente el texto y que el nombre propio no aparece hasta Gn. 4.25. Aunque se ha tratado de determinar la etimología del nombre, no se ha llegado a un acuerdo, y el hecho de que la lengua original de la humanidad no era el hebreo hace que estas teorías resulten cuestiones puramente académicas. Está claro, sin embargo, que el uso del término, ‘tierra’, en yuxtaposición con el nombre en Gn. 2.7 es intencional, conclusión que Gn. 3.19 refuerza.



b. La condición inicial de Adán

Adán se distinguía de los animales, pero no porque los epíteros se aplicaran a él (porque estos términos también se empleaban a veces para los animales), sino porque fue hecho a imagen de Dios, le fue dado señorío sobre todos los animales, y quizás también porque Dios personalmente sopló aliento de vida en su nariz. Dios hizo un huerto para Adán en Edén (Gn. 2.8–14), y lo puso en él para que lo labrara y lo guardara. La voz "labrarlo" es la que comúnmente se utiliza para el trabajo (por ejemplo Ex. 20.9), de modo que Adán no iba a quedar ocioso. Su alimento, aparentemente, iba a consistir en el fruto de los árboles (Gn. 2.9–16), en fresas y nueces de los arbustos ah\, ‘planta’) y en cereales de las hierbas, Gn. 2.5). Luego Dios trajo todos los animales y las aves a Adán para que les pusiera nombres y presumiblemente para que se familiarizara con sus características y posibilidades (Gn. 2.19–20). Es probable que algún leve reflejo de esto se encuentre en un texto sumerio de carácter literario que describe la forma en que el dios Enki puso el mundo en orden, y entre otras cosas colocó los animales bajo el control de dos deidades menores.



c. La caída

Dios dijo, "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn. 2.18), de modo que hizo una mujer (2.22) para que lo ayudara (Eva). Después de ser persuadida por la serpiente, la mujer convenció a Adán a que comiera de la fruta del árbol que Dios le había mandado no tocar (Gn. 3.1–7), y como resultado él y su mujer fueron echados del huerto (Gn. 3.23–24). Es evidente que hasta ese momento Adán tenía comunión directa con Dios. Cuando él y su mujer reconocieron su desnudez tomaron hojas de higuera y las cosieron para hacerse delantales (Gn. 3.7), indicación quizás de la práctica de artes tan simples como la costura en esas épocas remotas. Como castigo, Adán fue expulsado del huerto y tuvo que ganarse el sustento con el trabajo duro y con el sudor de su rostro, ya que la tierra, a la cual volvería a su muerte, fue maldita y produciría espinos y cardos. Seguiría siendo granjero, pero sus labores serían ahora más arduas (Gn. 3.17–19, 23). Se han hecho paralelos entre estos episodios y el mito acádico de Adapa, que por error rehusó el pan y el agua de vida, perdiendo así la inmortalidad para la humanidad; pero las conexiones son remotas. Dios dio a Adán y Eva túnicas de pieles (Gn. 3.21), indicando con ello que en adelante necesitarían protección contra la vegetación incontrolada o el frío.

Adán tuvo dos hijos, Caín y Abel, pero como Caín mató a Abel tuvo otro hijo, Set, para sustituir al segundo (Gn. 4.25) y para continuar la línea de descendencia fiel. Adán tenía 130 años de edad (LXX 230) cuando nació Set, y vivió 800 más (LXX 700) después de este acontecimiento, lo que hace un total de 930 años (Gn. 5.2–5 concuerda con LXX y el Pentateuco samaritano, el que a su vez concuerda con el TM en todas estas cifras). En comparación, cabe destacar que al primer rey anterior al diluvio, Alulim, se le asigna en la lista de reyes sumerios un reinado de 28.800 años (una variante del texto da 67.200), y al personaje equivalente, Aloros, en la Babyloµniaka de Beroso, 36.000 años. Es de suponer que Adán tuvo otros hijos además de los tres específicamente mencionados en Génesis. La fecha de la existencia de Adán y el lugar exacto en que vivió son objeto de controversia en la actualidad.





El Mesías y Adán

Hay ciertas características del futuro mesiánico que muy claramente recuerdan el estado edénico. Por conveniencia las agruparemos bajo dos encabezamientos: prosperidad (Am. 9.13; Is. 4.2; 32.15, 20; 55.13; Sal. 72.16), y paz (la armonía del mundo de los seres vivientes: Is. 11.6–9; y la del mundo de las relaciones humanas: Is. 32.1–8). Si consideramos la caída puramente desde el punto de vista de sus efectos sobre este mundo, estas fueron las cosas que se perdieron cuando entró a actuar la maldición de Dios. Cuando se invierte la maldición y el Hombre de Dios restaura todas las cosas, reaparece la escena edénica. Esto no es simplemente una expresión de deseos, sino una ampliación lógica y correcta de la doctrina de la creación por un Dios santo. Todos los pasajes anteriormente citados se refieren al rey mesiánico y la naturaleza de su reino y gobierno. Aquí encontrarnos la verdadera recapitulación del primer hombre, que tenía "dominio" sobre el resto de lo creado (Gn. 1.28; 2.19–20), pero que cayó cuando permitió que su dominio fuese usurpado (Gn. 3.13). El dominio se restaurará con el Mesías. Puede admitirse francamente que la noción del Mesías como un nuevo Adán no se ha elaborado ni específicamente ni en extensión, "pero no es improbable que tengamos pruebas de que la ideología real se haya visto influida a veces por la concepción del rey del paraíso". La doctrina neotestamentaria del "segundo Adán" tiene claramente su raíz en los pasajes veterotestamentarios citados.





Analogía de Adán y Cristo


Nos dice "Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante". 1ra a los Corintios 15:45

15:45-49 Analogía de Adán y Cristo. El primer hombre … llegó a ser un alma viviente, según Gén. 2:7, y el postrer Adán, Cristo, un espíritu vivificante (versículos 22, 23). Los descendientes de Adán comparten su naturaleza, mientras que aquellos que son del cielo comparten la de Cristo. Así como los cristianos comparten la semejanza de Adán, también tendrán la semejanza de Cristo. Porque el cristiano tiene asegurada la continuidad de su existencia con la resurrección de su cuerpo y su transformación a la semejanza misma de Cristo (Fil. 3:21).