Judío alejandrino (Hch. 18.24). Su nombre es abreviatura de Apolonio.
Llegó a Éfeso en el 52 d.C. durante la apresurada visita de Pablo a Palestina (Hch. 18.22). Poseía un conocimiento preciso de la historia de Jesús, que le puede haber llegado (posiblemente en Alejandría) ya sea por discípulos galileos de nuestro Señor o por algún evangelio escrito temprano. Combinaba dones naturales de elocuencia (o erudición) con un profundo entendimiento del AT, y proclamaba entusiastamente las verdades que conocía (Hch. 18.24–25).
La evidente laguna en su conocimiento estaba relacionada con el derramamiento del Espíritu Santo y el consiguiente rito del bautismo cristiano. Esto fue resuelto mediante la paciente instrucción que le dieron Priscila y Aquila (Hch. 18.26). De Éfeso, Apolos fue a Corinto, donde puso de manifiesto excepcionales condiciones para la apologética cristiana al tratar con los judíos (Hch. 18.27–28). En Corinto surgieron facciones que respondían a los nombres de Pablo, Apolos, Cefas, y Cristo mismo (1 Co. 1.12). Pablo procura demostrar que esto no se debía a él mismo o a Apolos, que trabajaban juntos bajo la dirección de Dios (1 Co. 3.4–6). Todos ellos pertenecían a los corintios, incluidos Pablo mismo y Apolos (1 Co. 4.6). Las facciones se debían probablemente a la preferencia de algunos por la pulida elocuencia de Apolos. Su deseo de suavizar la controversia puede ser la razón de que no regresara a Corinto a pesar del pedido de Pablo (1 Co. 16.12). En Tit. 3.13 se lo menciona por última vez realizando algún tipo de viaje.
Desde la época de Lutero se ha mencionado con frecuencia a Apolos como el posible autor de la Epístola a los Hebreos. Esto es posible, en el caso de que usara la exégesis alegórica de su Alejandría natal, cosa que no está debidamente demostrada.