Diana

Nombre latino de la diosa más célebre de Asia Menor, llamada Artemisa por los griegos. En la mitología clásica griega Artemisa era una hermosa cazadora virgen, una deidad lunar a la que se consideraba protectora de las jóvenes casaderas y ayudadora de las mujeres en tiempo de parto. En sus orígenes asiáticos había sido diosa de la naturaleza silvestre y de la fecundidad, con rasgos a veces feroces. Gracias al sincretismo de la época, la Diana de los romanos era una fusión de varias diosas primitivas.

Diana de Éfeso (Hch 19.23–41) se parecía a Astarot o a Astoret; era la diosa madre, símbolo de fertilidad y dadora de los alimentos. Probablemente los efesios la veneraban con ritos impuros y prácticas misteriosas y mágicas. Se creía que la imagen original cayó del cielo (Hch 19.35), lo que tal vez indica que el ídolo se formó con material de un meteorito. Por lo general, a Diana la representaban de la cintura a los pies por un trozo cónico de madera, con busto de mujer cubierto con muchos pechos, la cabeza coronada con torrecillas y cada una de sus manos apoyada en un báculo.

El templo de Diana tenía ciento treinta y tres metros de largo y setenta y cuatro de ancho. Lo sostenían ciento veintisiete columnas jónicas hechas de mármol blanco, cada una con dieciocho metros y medio de altura. Se reconstruyó en tiempo de Alejandro Magno con la ayuda de todas las ciudades griegas del Asia. Era una de las siete maravillas del mundo y orgullo de los efesios (Hch 19.27–34). Si Pablo estuvo en Éfeso cuando escribió 1 Corintios, posiblemente pensó en este templo cuando escribió las palabras de 3.9–17 (cf. Ef 2.19–22).

Los templecillos de Diana hechos por Demetrio y otros plateros se vendían como fetiches o recuerdos, y representaban un negocio de grandes ganancias (Hch 19.24). Algunas copias hechas de terracota o mármol se conservan hasta hoy. En el mes de Artemisión (abril-mayo), peregrinos de toda Asia Menor acudían a las fiestas de Diana.