Saúl

Saúl (hebreo ‘pedido’, a Dios.)

1. Primer rey de Israel, hijo cfe Cis, de la tribu de Benjamín. La historia de Saúl ocupa la mayor parte de 1 S. (capítulos 9–31) y pinta a uno de los más patéticos de todos los siervos elegidos por Dios.

En altura superaba a todos sus hermanos, y era un hombre cuyo coraje personal igualaba su físico; era noble para con sus amigos y generoso con sus enemigos; fue el hombre elegido por Dios para instituir la monarquía, para representar en su persona el gobierno real de Yahvéh sobre su pueblo. Mas tres veces sucesivas se le hizo ver que él mismo se había descalificado de la tarea a la cual había sido llamado; incluso en ese llamado ya se insinuaba el carácter del hombre a quien Dios, en su soberanía, eligió para que fuese rey.

Bajo la presión del protectorado filisteo, los israelitas llegaron a pensar que únicamente un líder guerrero visible podría lograr su liberación. Rechazando el liderazgo espiritual de Yahvéh, efectuado a través del ministerio profético de Samuel, demandaron rey (1 S. 8). Después de advertirles que ese tipo de gobierno resultaba perjudicial—advertencias a las que hicieron oídos sordos—Samuel recibió instrucciones divinas de conceder al pueblo lo que deseaba, y fue guiado a elegir a Saúl, a quien ungió secretamente en la tierra de Zuf (1 S. 10.1), confirmando la designación luego mediante una ceremonia pública en Mizpa (10.17–25). Casi inmediatamente Saúl tuvo la oportunidad de demostrar su temple. Nahas amonita sitió Jabes de Galaad y ofreció condiciones crueles a sus habitantes para que se rindieran; estos pidieron ayuda a Saúl, que se encontraba del otro lado del Jordán, quien reunió al pueblo mediante una lección objetiva típica de su raza y época, y con el ejército que así reunió obtuvo una gran victoria (11.1–11). Poniendo en evidencia sus instintos más finos se negó en ese momento a aceptar el deseo de sus seguidores de castigar a los que se habían mostrado reacios a rendirle homenaje (10.27; 11.12–13).

A partir de entonces una ceremonia religiosa en Gilgal confirmó el nombramiento de Saúl como rey, el que había recibido aprobación divina obvia en la derrota de los amonitas. Con una exhortación de despedida al pueblo para que fuese asiduo en su obediencia a Dios, la que estuvo acompañada de una señal milagrosa, Samuel dejó al nuevo rey para que se ocupara del gobierno de su nación. Sólo en tres ocasioncs, una de ellas póstuma, salió el viejo profeta de su aislamiento. En cada caso fue con el objeto de reconvenir a Saúl por desobedecer las condiciones de su nombramiento, condiciones que comprendían la total obediencia al más mínimo mandamiento de Dios. La primera ocasión fue cuando Saúl, por impaciencia, se arrogó la función sacerdotal, ofreciendo sacrificio en Gilgal (13.7–10). Por este sacrificio Samuel profetizó su rechazo como rey, y Saúl recibió la primera insinuación de que había ya, en la mente de Dios, un "varón conforme a su corazón" que el Señor había elegido para remplazarlo.

La segunda ocasión fue cuando la desobediencia de Saúl provocó la conocida sentencia del profeta de que el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros" (15.22). Nuevamente se declara y se muestra simbóhcamente el rechazo de Saúl como gobernante de Israel, y Samuel interrumpe todo vínculo con el monarca desacreditado. De la tumba Samuel surge para censurar a Saúl por tercera y última vez y, cualesquiera sean los problemas que plantea la historia de la adivina de Endor (cap. 28), está claro que Dios permitió esa entrevista sobrenatural con el acongojado rey a fin de llenar la copa de iniquidad de Saúl y predecir su inminente caída.

Para el prolongado conflicto entre Saúl y David, véase la biografía de David, que se ocupa de otros aspectos del carácter de Saúl. Resulta significativo que cuando se llevó a cabo el ungimiento público de David en Belén, Samuel rechazó a Eliab, el hermano más varonil de David, cuando se le advirtió que no debía suponer que la fortaleza física y la espiritualidad iban necesariamente juntas (16.7).

Saúl es una lección objetiva de la herencia esencial entre el hombre carnal y el espiritual, y su homónimo neotestamentario, Saulo, había de distinguir a los dos (1 Co. 3, etc.). Si bien vivió en una época en la que el Espíritu Santo descendía sobre los hombres en momentos especiales y con fines determinados, en lugar de morar permanentemente en los hijos de Dios, Saúl fue particularmente susceptible a la melancolía y a la incertidumbre en su ser interno. Mas los autores de 1 S. y 1 Cr. presentan su desobediencia como inexcusable porque tenía acceso a la Palabra de Dios, tal como le era anunciada a través de Samuel.

Su caída fue tanto más trágica cuanto que fue una figura pública y representativa entre el pueblo de Dios.

2. Rey de Edom (1 Cr. 1.48–49; cf. Gn. 36.37–38), que pertenecía a Rehobot.

3. Hijo de Simeón y una mujer cananea (Gn. 46.10; Ex. 6.15; Nm. 26.13), del cual tomaron el nombre los saulitas (Nm. 26.13). 4. Hijo de Coat (1 Cr. 6.24), llamado "Joel" en 1 Cr. 6.36.