Ezequiel

Ezequiel (Hebreo ‘Dios fortalece’).

Este nombre se encuentra en su forma hebrea aproximada en 1 Cr. 24.16 para el jefe de una de las órdenes sacerdotales.

Ezequiel, hijo de Buzi, fue deportado a Babilonia, casi seguramente con Joaquín en el 597 a.C. (2 R. 24.14–17). Fue ubicado en la aldea de Tel-abib a orillas del río Quebar. Cinco años después recibió su llamado como profeta (Ez. 1.2), posiblemente a la edad de 30 años (1.1), aunque esta interpretación es negada por muchos sin ofrecer otra más satisfactoria. Vivió por lo menos otros 22 años (29.17).

Tenemos poca información sobre su vida. Aunque poseía un conocimiento detallado del templo de Jerusalén y su culto, no hay pruebas de que haya servido en él. Sugieren que buena parte de los capítulos 1–24 se pronunció en Jerusalén, no hablan de que haya servido en el templo. Su pensamiento, más que el de cualquier otro profeta, está influido por el simbolismo sacerdotal. Sus profecías fueron mal recibidas (3.25), pero pronto lo encontramos ocupando una posición honrosa (8.1; 14.1; 20.1), debido posiblementc al rango de su familia; la mayoría apenas si tomaba en serio su mensaje (33.30–32; ofrece una idea equivocada en el versículo 30). Su mujer murió repentinamente el día en que Nabucodonosor cercó Jerusalén (24.1–2, 15–18); no hay mención de hijos.

Procuran mostrar mediante pasajes tales como 3.23–4.8 que sufría de una enfermedad nerviosa orgánica, que llamó catalepsia. Si bien fue popular por un tiempo, hoy esta opinión es poco aceptada. Existe considerable discusión sobre la forma en que hay que interpretar las acciones simbólicas de Ezequiel. Algunos han sostenido que tuvieron lugar puramente en la mente del profeta. Más usual es el concepto de que, aunque se cumplieron, en nuestra comprensión de las mismas debemos hacer lugar a un elemento metafórico que no se corresponde con una interpretación puramente literal.