Cristiana, aparantemente gentil, de la que Pablo dice en Romanos 16.1–3: «Les encomiendo a Febe nuestra hermana, quien es diácono de la iglesia de Cencrea, para que la reciban en el Señor de una manera adecuada a los santos y para que la ayuden en cualquier cosa que de vosotros necesite, pues también ella protectora de muchos ha sido y de mí mismo». Estas breves líneas señalan a Febe como una líder importante en la iglesia primitiva. Tenía el título de diácono y no era una simple colaboradora como algunas versiones de la Biblia quieren indicar con la palabra diaconisa. La palabra griega que habla de su cargo está en masculino y no en femenino, lo que significa que tenía el mismo nivel que hombres con el mismo cargo.
El concepto de «protectora» o benefactora es también muy indicativo de quién era. Al parecer tenía una buena posición económica y usaba su riqueza para apoyar la comunidad cristiana local.
Pablo hace resaltar la ayuda que Febe le brindó. Todo esto indica que Febe era una importante líder de la iglesia primitiva, lo que abre una serie de interrogantes acerca del trabajo de las mujeres en el desarrollo del cristianismo.
Evidentemente Febe fue la portadora de la Epístola a los romanos, pues Pablo la recomienda a la hospitalidad de los hermanos en Roma (Ro 16.1, 2).