Tercer rey de Israel (ca. 971–931 a.C.), hijo de David y Betsabé (2 S. 12.24); también llamado Jedidías (‘amado de Jehová’) por Natán el profeta (2 S. 12.25). Salomón (sûƒloµmoµh, probablemente "pacífico") no aparece en la narración bíblica hasta los últimos días de David (1 R. 1.10ss) a pesar del hecho de que nació (en Jerusalén; 2 S. 5.14) a principios del reinado de su padre.
I. Su ascensión al poder
El camino que Salomón debió recorrer para llegar al trono no fue en manera alguna fácil. La oposición de Absalón fue continuada por el mayor de los hijos sobrevivientes de David, Adonías (2 S. 3.4), quien hizo un intento de apropiarse del trono cuando aun vivía su padre (1 R. 1.5ss). Con el apoyo de Joab, el general depuesto por David, quien había dado muerte a Absalón (2 S. 18.14–15), y el influyente sacerdote Abiatar, Adonías reunió mucha gente en apoyo de su causa, y llegó a organizar una fiesta de coronación en la localidad de Rogel. Pero Salomón tampoco se había quedado sin aliados. Benaía, hijo de Joiada, tenía su mirada puesta en la perspectiva al generalato; Sadoc ambicionaba una posición sacerdotal prominente. El que hablaba en nombre de ellos era Natán el profeta, confidente de David y Betsabé (1 R. 1.11ss). Luego que Natán y Betsabé recordaron a David su promesa no cumplida respecto a Salomón, el rey dio instrucciones para la ascensión de Salomón al trono, y las selló con un juramento (1 R. 2.28ss).
Las nuevas de la coronación de Salomón, para la cual ofreció su protección la histórica guardia real de cereteos y peleteos, tuvieron la virtud de anular los festejos de Adonías (1 R. 1.41ss) pero no así sus estratagemas para controlar el reino. Suplicó a Betsabé que influyese ante Salomón para entregarle a Abisag, la criada de David (1 R. 13–4), como esposa (1 R. 2.13ss). Salomón, aparentemente temiendo que ese casamiento pudiera ser usado como palanca para destronarlo, se negó a acceder al pedido. Adonías pagó con su vida su atrevimiento al hacer semejante propuesta (1 R. 2.25); cuando Abiatar el sacerdote fue echado de su cargo (1 R. 2.26–27) y Joab, como venganza, fue ejecutado frente al altar (1 R. 2.28ss), Salomón pudo reinar sin ningún rival. El papel prominente que desempeñó la reina madre en toda esta intriga es digno de nota. Parece ser que Betsabé señaló la senda para sucesivas reinas madres en Judá,. pues el autor de Reyes registra con toda fidelidad los nombres de las madres de cada uno de los reyes (por ejemplo 1 R. 15.2, 10). La manera arbitraria en que fue elegido Salomón presagiaba males para el futuro, pues los ancianos de Judá y de Israel, de cuya buena voluntad dependía la verdadera armonía nacional, quedaron excluidos cuando se tomó esta decisión.
II. El sabio por excelencia
Salomón fue el primer gobernante dinástico de Israel. Saúl y David, como los jueces, fueron elegidos porque Dios les había concedido una especial medida de poder: fueron gobernantes carismáticos. Aunque Salomón ocupó el poder sin gozar del curisma divino, lo recibió cuando tuvo la visión de Gabaón, ocasión en la que el Señor le pidió que escogiera lo que quisiera (1 R. 3.5ss). Dándose cuenta de la enormidad de su tarea, Salomón eligió "un corazón entendido" (v. 9). El relato de la disputa entre las dos rameras respecto al niño (1 R. 3.16ss) se ha convertido en demostración clásica de la sabiduría de Salomón como monarca.
Sobrepasando a los reyes contemporáneos de Egipto, Arabia, Canaán y Edom en sabiduría (1 R. 4.29ss), Salomón se convirtió en mecenas de la literatura sapiencial de Israel. En ningún otro período de la monarquía prevaleció la combinación de contactos internacionales, riqueza, y ausencia de guerras necesaria para proporcionar el clima indispensable para la producción literaria. Salomón fue el orientador de este movimiento, y por su parte recolectó y escribió miles de proverbios y canciones (1 R. 4.32). La afirmación de que habló de árboles, bestias, etc. (1 R. 4.33), probablemente se refiera al hecho de que hacía mención de plantas y animales en sus proverbios más bien que a estudios de botánica y zoología, aunque también es cierto que se requeriría capacidad de observación para estar en condiciones de referirse a ellos en la composición de sus dichos (Pr. 30.24–31).
Dos extensas colecciones en Proverbios (10.1–22.16; 25.1–29.27) se atribuyen a él, y la colección entera lleva su nombre como principal contribuyente (1.1). Cantares y Eclesiastés han sido tradicionalmente atribuidos a él, aun cuando en este último no se mencione su nombre. A pesar de que la composición final de estos libros parece datar de una fecha muy posterior al siglo X a.C., es posible que ambos contengan acertadas descripciones de la gloria y la sabiduría de Salomón. Dos salmos (72, salmo real; 127, salmo sapiencial) completan la lista de escritos canónicos que se le atribuyen. La relación de personalidad corporativa (la idea de que los miembros de un clan están tan relacionados entre sí que cuando un miembro actúa, los demás pueden considerarse como integrados en la misma acción) con los problemas de la paternidad literaria no es muy clara: es posible que algunos de los escritos salomónicos sean productos de hombres sabios que sintieron tan fuertemente su parentesco con su padre intelectual que le atribuyeron sus propias obras.
Ningún héroe de la antigüedad (con la posible excepción de Alejandro Magno) ha sido tan ampliamente renombrado en la literatura popular. Existen miles de referencias en cuentos judaicos, arábigos y etíopes a la habilidad intelectual y los poderes mágicos de Salomón.
III. El gobernante férreo
La tarea de Salomón consistía en mantener y controlar el territorio que le había legado David. Además, debía lograr una transición lo más suave posible entre la confederación de tribus que había caracterizado la vida política anterior a David y el fuerte gobierno central que tan sólo podía garantizar la existencia del imperio de Israel.
Las fronteras tradicionales de cada tribu fueron remplazadas por distritos administrativos: doce en Israel (1 R. 4.7ss) y posiblemente uno en Judá; cf. el problemático 4.19 en °nbe. (Véase J. Bright, A History of Israel, 1960, pp. 200 [en cast. La historia de Israel, 1985], para la teoría de que Jos. 15.20–62 contiene la lista de los doce distritos de Judá.) Cada uno de estos distritos, sujetos a impuestos, tenía la obligación de proporcionar provisiones para la corte durante un mes por año (1 R. 4.7), lo cual parecería tarea onerosa según la lista de 1 R. 4.22–23 (* Comida, I. d (iii).
Además de esto, Salomón comenzó a reclutar obreros de entre los israelitas, medida poco aceptable para un pueblo que amaba la libertad. Existe una aparente contradicción entre 1 R. 5.13ss y 9.22, pues en la primera cita se dice que Salomón utilizó 30.000 israelitas en trabajos forzados, mientras que en la segunda se afirma que los israelitas ocupaban puestos en el ejército pero no eran esclavos. Es posible que 1 R. 5.13ss se refiera a sucesos posteriores al resumen que se ofrece en 9.15ss. Cuando la mano de obra de los cananeos resultó insuficiente para las enormes construcciones emprendidas por Salomón se vio obligado a utilizar obreros israelitas. Además, podría haber alguna diferencia de orden técnico entre trabajos forzados (mas en 5.13) y el trabajo más permanente de los esclavos (mas >oÆb_eµd_ en 9.21). La falta de popularidad de la política de Salomón se deja entrever por el asesinato de Adoniram, superintendente de las cuadrillas (1 R. 4.6; 5.14; 12.18) y el pedido de reparación por las penurias sufridas, a negación de lo cual por Roboam llevó a la secesión del reino del N (1 R. 12.4ss).
Con toda probabilidad se engendraron resentimientos también por la promesa dada por Salomón a Hiram de veinte ciudades de Galilea a cambio de ayuda financiera (1 R. 9.10ss). El hecho de que Hiram posiblemente devolviera estas ciudades más tarde (como pareciera indicar 2 Cr. 8.1–2) no habría eliminado totalmente el resentimiento. Salomón había llevado a cabo obras monumentales, incluso la construcción del *templo, pero a un costo exhorbitante: la buena voluntad y la lealtad de su pueblo.
IV. El emprendedor comerciante
El punto fuerte de Salomón era el comercio. Conociendo perfectamente la significación del control estratégico de Israel sobre el puente terrestre entre Egipto y Asia, se propuso explotar al máximo su posición, ejerciendo su dominio sobre las principales rutas de caravanas con dirección N-S. Sus alianzas con Hiram de Tiro pusieron a su disposición las flotas que le permitieron monopolizar también las rutas marítimas.
Ezion-geber (* Elat), su centro manufacturero puerto de mar sobre el golfo de Ácaba, constituía la principal base de sus actividades comerciales. Desde este punto su flota, tripulada por fenicios (los israelitas aparentemente tenían poco conocimiento y afición por el mar), naveyaban hasta *Ofir llevando cobre fundido. La frase "naves de *Tarsis" probablemente debería traducirse "naves de refinería", e. d. naves equipadas para transportar minerales fundidos. A cambio, estos barcos volvían con preciosas cargas: oro, plata, madera dura, joyas, marfil y distintas variedades de monos (1 R. 9.26–28; 10.11–12, 22; "pavos reales" en el vv. 22 probablemente debería traducirse "mandriles", como en rsvmg).
Es posible que la visita de la reina de *Sabá (1 R. 10.1–13) haya tenido finalidad comercial. El control que Salomón ejercía sobre las rutas comerciales y sus empresas marítimas hacia el S significaban una seria amenaza financiera para los sabeos, cuya posición estratégica en el SO de Arabia les daba el control del comercio de incienso y especias. El viaje de la reina tuvo éxito, pero es probable que tuviera que compartir con Salomón sus utilidades, como lo tuvieron que hacer otros monarcas árabes (10.13–15).
La extraordinaria habilidad comercial de Salomón le permitió también aprovecharse de la situación de Israel cuando se convirtió en agente exclusivo a través del cual los hititas y los arameos tuvieron que negociar a fin de adquirir caballos de Kue (Cilicia) o carros de Egipto (1 R. 10.28–29). Estas empresas y otras más hicieron que la plata abundara tanto como las piedras, y los cedros tanto como los sicómoros en Jerusalén, donde el rey vivía en espiendidez oriental, en marcado contraste con la rústica simplicidad de Saúl en Gabaa. Aunque indudablemente el nivel de vida en Israel había mejorado, los habitantes en general no se habían beneficiado en forma uniforme. La tendencia a la centralización de la riqueza, que provocó la censura de los profetas del ss. VIII, comenzó durante el reinado de oro de Salomón.
V. El emperador pacífico
Salomón, que había heredado un gran imperio de su padre, aparentemente no llevó a cabo campañas militares de gran envergadura. Su responsabdidad consistía en conservar las extensas fronteras de Israel y aprovechar su posición preponderante durante el vacío de poder creado por el eclipsamiento temporario de Egipto y Asia. Los dos pilares sobre los cuales se apoyó la política exterior de Salomón fueron las alianzas amistosas, selladas a veces por casamientos, y el mantenimiento de un poderoso ejército.
Entre sus esposas Salomón contaba con la hija de Faraón, logro casi sin precedentes entre los antiguos monarcas orientales. En consideración a su alto rango, Salomón hizo construir para ella un ala especial en su palacio (1 R. 3.1; 7.8). Esta alianza resultó de mucho provecho para Salomón, porque Faraón (probablemente uno de los últimos de la impotente dinastía 21º) le obsequió la ciudad fronteriza de Gezer en calidad de dote (1 R. 9.16; véase J. Bright, op. cit., pp. 191, n. 63, donde se opina que "Gerar" es mejor interpretación que "Gezer"). En vista de los numerosos matrimonios de Salomón con extranjeras (1 R. 11.1–3), no sorprende el hecho de que tradiciones árabes, judaicas, y especialmente etíopes describan sus relaciones amorosas con la reina de *Sabá, quien, según los etíopes, le dio un hijo que se llamó Menelik I, tradicional fundador de la casa real etíope.
Salomón sacó el máximo provecho de su alianza con Hiram (ca. 969–936 a.C.) de Tiro (1 R. 5.1–12). Los fenicios, quienes en esta época alcanzaban el apogeo de sus dominios coloniales, proveyeron sus conocimientos arquitectónicos y muchos de los materiales, especialmente las finas maderas del Líbano, para el templo y los palacios de Salomón; diseñaron sus barcos y proveyeron las tripulaciones para los mismos; proporcionaron mercados para las cosechas palestinas de trigo y aceite de oliva. En una ocasión, por lo menos, Hiram acudió en ayuda de Salomón con un importante préstamo (1 R. 9.11).
La espina dorsal de su defensa militar la constituyó un círculo de ciudades situadas estratégicamente cerca de las fronteras de Israel guarnecidas por compañías de carros (1 R. 9.15–19). Su milicia incluía 4.000 establos para caballos (evidentemente 40.000 en 1 R. 4.26 es un error de transcripción; cf. 2 Cr. 9.25), 1.400 carros, y 12.000 jinetes (1 R. 10.26). En años recientes en varias ciudades se han encontrado restos salomónicos, p. ej. *Hazor, *Gezer y especialmente *Meguido, donde un palacio ceremonial y un muro de casamata evidencian tanto la capacidad de Salomón como arquitecto, como la influencia de la arquitectura fenicia en sus obras. Véase Y. Yadin, "Megiddo" y "Hazor" en IDBS , 1976.
La era de paz de Salomón fue ensombrecida por dos incidentes que se han registrado, siendo ambos interpretados por el autor de Reyes como juicios divinos (1 R. 11.14ss, 23ss). Hadad, príncipe edomita, quien se refugió en la corte de Egipto durante la matanza de los varones de Edom por Joab, volvió a su patria y aparentemente comenzó a hostigar el flanco S de Israel (1 R. 11.14–22, 25). Es posible que las actividades de Hadad hayan quedado reducidas a escaramuzas aisladas, porque no existe ninguna indicación de que hayan constituido amenaza seria para el puerto meridional, Ezión-geber. El gran interés con que el faraón buscó el favor de Hadad es prueba adicional de la predilección de los egipcios por establecer afianzas beneficiosas durante este período.
El segundo antagonista de Salomón fue Rezón, quien arrebató de manos de Israel la ciudad de Damasco y estableció un reino independiente allí donde David había tenido su cuartel general septentrional (2 S. 8.6). La pérdida por parte de Salomón de esta ciudad aramea, estratégicamente ubicada y comercialmente importante, debilitó su dominio del sector N y central de la Siria. El imperio monolítico, que al comienzo del reinado de Salomón se extendía desde el golfo de Ácaba hasta el Orontes y el Éufrates, y desde la costa del Mediterráneo hasta la Transjordania (cf. 1 R. 4.24), corría peligro de desmoronarse.
VI. La falla fatal
Los matrimonios contraídos con mujeres paganas pueden haber sido convenientes políticamente, pero no lo fueron espiritualmente. El historiador no reprocha a Salomón su sensualidad sino su desobediencia al ideal monoteísta de Israel. La unión matrimonial con mujeres extranjeras trajo como consecuencia la introducción de religiones extranjeras, y el rey comprometió las convicciones que había expresado en su oración de dedicación del templo (1 R. 8.23, 27) al entregarse al culto sincretista para conformar a sus esposas. Este violento quebrantamiento del pacto de Israel no podía pasar sin su debido castigo. Aunque el juicio fue aplazado durante la vida de Salomón por amor a David, las semillas de la disconformidad sembradas entre el pueblo por la política impositiva rigurosa y de servicios no remunerados habrían de producir sus frutos amargos durante el reinado de su hijo y sucesor, Roboam (1 R. 11.1–13).